Aplaudida y multi-premiada en 2010 por este espectáculo, Virginia Innocenti -actriz, ‘cancionista’, cantautora- baja desde la atmósfera cuasi intimista del Club Maipo para seducir a un público que hoy la aplaude de pie en la sala mayor. Bien dirigida por Luciano Suardi y espléndidamente acompañada al piano por el maestro Diego Vila, la Innocenti desarrolla su partitura: un homenaje a la estatura dramática del personaje creado, con su propia vida, por Laura Ana Merello [1904-2002]. Esta visión de Innocenti-autora se resume en palabras de la propia Tita: “Mi mejor personaje es el mío. Una actriz dramática que se llora a si misma cuando interpreta un personaje teatral”. Debiera agregarse, ‘cuando interpreta melodías con historia’.
La temperatura que Virginia Innocenti suele lograr a partir de sus interpretaciones en teatro, cine y televisión son cosa ya conocida. Dueña de una voz que envuelve a partir de un decir impecable y buena afinación, también ha dejado su impronta en varios CDs o ‘cederrones’ [para usar el término aprobado por la Real Academia]. No hace mucho grabó un tema del veterano Gogó Andreu: ‘Hambre nunca pasé’. Con eso en su haber, este ‘animal de palco escénico’ encara la elaboración autoral y actoral de una semblanza que empieza tan en alto como finaliza. La atinada elección y el orden en que Innocenti actúa y canta casi una veintena de tangos del repertorio ‘merelliano’ crean desde el vamos un clima en el que aún los neófitos quedan atrapados.
Los textos se suceden sin una cronología ortodoxa y, la mayoría de las veces, obran por alusión. Lo explícito queda detrás, para todo aquel que quiera leer una biografía de Tita. Prima el sentimiento y, para ello, la autora-actriz-cantante, se apoya en los mayores aportes autorales que ‘forjaron’ el éxito de la Merello: letras de Ivo Pelay, Discépolo, Fernando Ochoa y muchos otros; melodías de Juan y Francisco Canaro, Stamponi, Piazzolla y otros menos famosos.
Es notable cómo Innocenti compone su personaje. Sin insistir en parecidos, se aleja de todo playback o intento caricaturesco. Actúa, canta, discurre. Eso hace que frases de la propia Merello como “correr tras de una sombra imposible de alcanzar” [Llamarada Pasional] cobren un sentido renovado o revitalizado a partir de la magia en escena. Desde las composiciones reas y picarescas [¿Donde hay un mango?, Pipistrela, Tata llevame p’al centro] hasta las más refinadas [Niebla del Riachuelo] y emblemáticas [Arrabalera, La Milonga y Yo, Cambalache], todo llega en el momento apropiado y nada parece discordar.
Así, Innocenti logra que emerja, con sus ribetes más distintivos, el genio y figura de un mito esencialmente porteño y argentino. La dupla Virginia-Tita cobra vida y transita líneas de impiadoso realismo [ ‘al mundo entré descalza’], alto lirismo [ ‘tatuajes que abren oscuros senderos’], y hasta candente actualidad [ ‘los billetes, ¿dónde están?’].
Un espectáculo que emociona. Una actriz que homenajea a otra desde su talento pero también desde un privilegiado rincón de su alma.
JORGE PAOLANTONIO para Diario Z
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